CARTAS AL CIELO 

16 de Septiembre 2024

Cuando el pueblo de Israel entró a la tierra prometida,  solo dos de la generación que salieron pudieron entrar,  Josue y Caleb.

Josue dirigió el pueblo,  Caleb fue a por Hebron.

Hebron era su herencia en la tierra prometida,  cuarenta años antes había recibido la promesa de que era suyo, ya podía hacerlo realidad. 

Hebron estaba lleno de maleza, Hebron tenía sus habitantes, 

Hebron era su promesa pero esa promesa necesitaba una limpieza y necesitaba expulsar a los habitantes para poder hacerse realidad. 

Con esfuerzo y estrategia consiguió su promesa,  su monte Hebron. 

Cada uno de nosotros,  en nuestro interior,  en nuestra alma,  tenemos nuestro Hebron,  esa promesa que nos fue dada, ya pasamos el desierto,  ya llegamos a la tierra prometida,  pero hemos encontrado que nuestra alma está llena de maleza, tan espesa que no nos queda ni un hueco libre, tan espesa que sólo vemos un montón de plantas y no podemos ver nada más,  también en nuestra alma habita un gran gigante,  un gigante que es un tirano y no nos deja alcanzar nuestra promesa,  ese tirano se llama EGO y está tan arraigado al alma que muchas veces no podemos ni verlo.

Las plantas de nuestra alma son esas semillas que nos sembraron, nos mandaron semillas de dolor, semillas de miedo,  semillas de celos, semillas de odio,  semillas de envidia y lo que es peor, nosotros cogimos esas semillas y las regamos, le dimos cabida en nuestra alma y crecieron tanto que no nos dejan ver la promesa. 

Un capítulo aparte es el del ego,  ese gigante enorme que vive en nuestro alma y cada vez lo echamos,  lo matamos, lo destruimos pero siempre se las apaña para volver y recordarnos que el manda sobre nosotros. 

Con esta lucha,  es que llegamos a nuestro Hebron,  nuestra tierra prometida y la miramos sin saber que hacer,  necesito estrategia,  necesito esfuerzo,  necesito valentía pero sobre todo necesito enfrentar a mi Yo.

Ese yo que me dice: "No puedes" "para que" "ya no es tiempo"

Ese yo que lo ve todo imposible,  para confrontarlo y hacerle entender que lo imposible no existe en mi vida,  tengo un Padre que es especialista en hacer posible lo imposible.

Tengo que decirle a mi Yo, que no lleva razón,  que la promesa ha venido del cielo y lo que viene del cielo es "si y amén".

Tengo que decirle a mi Yo que las promesas de Papa son firmes y que puede pasar el cielo y la tierra pero Su palabra permanece. 

Tengo que decirle a mi Yo, que es tiempo de que muera, para que sea Cristo quien viva. 

Feliz semana

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